Murió el Papa… y se activó uno de los poderes más antiguos (y silenciosos) del mundo
Desde Pedro Sánchez hasta Javier Milei y Donald Trump, las reacciones a la muerte del Papa Francisco no se han hecho esperar. Y no ha sido solo una cuestión de protocolo. Francisco, con su estilo llano y sus posturas incómodas, se ganó un espacio singular en la conversación política global. Habló de desigualdad, migración, cambio climático, poder económico… y no siempre con palabras suaves. Tampoco eligió bandos: incomodó a la izquierda y a la derecha por igual, y fue respetado —aunque a veces en silencio— por quienes normalmente no prestan atención a un líder religioso.
Francisco no fue solo el jefe de la Iglesia Católica. Fue también un actor con peso político, que se metió —de forma directa o indirecta— en debates que muchos preferirían evitar. Su muerte no es solo el fin de un pontificado: es un movimiento de placas tectónicas en un tablero donde el Vaticano juega más de lo que aparenta. ¿Qué representa hoy este pequeño Estado? ¿Una institución de fe, o una potencia con tentáculos en la diplomacia, la historia y la geopolítica?
Hace un tiempo intentamos responder a esa pregunta en nuestro artículo ¿Dios o poder? El Vaticano, el imperio más antiguo del mundo. Hoy, con el final del papado de Francisco, ese análisis cobra nueva fuerza. Si alguna vez te preguntaste cómo un Estado de apenas 44 hectáreas puede activar teléfonos en Washington, Buenos Aires o Bruselas, este es el momento para descubrirlo.
Prometemos una lectura sin incienso… pero con mucho fuego. Haz clic y entra en uno de los bastidores de poder más antiguos —y sorprendentes— del planeta.