No fue el discurso, ni el hambre, ni las ojeras: fue un pómulo mal trazado el que reveló el verdadero estado del poder. Y nadie pudo dejar de mirarlo.
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Maquíllame despacio que tengo prisa.
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No fue el discurso, ni el hambre, ni las ojeras: fue un pómulo mal trazado el que reveló el verdadero estado del poder. Y nadie pudo dejar de mirarlo.