La política en la era del "scroll"
Pasas el día junto a tu móvil deslizando en redes sociales, pero ¿te has parado a pensar cómo esa rapidez de contenido afecta a la política? ¿Están los políticos jugando al Tinder contigo?
Imagen elaborada por El Patio Político
Vivimos en una era marcada por la inmediatez, donde las decisiones, tanto personales como sociales, se toman en fracciones de segundo, a menudo sin la profundidad ni la reflexión necesaria en muchas ocasiones. Un claro ejemplo de esto son las aplicaciones de citas, como “Tinder”, que se basan en algoritmos diseñados para emparejar a dos personas en cuestión de segundos. El proceso de selección de pareja es casi mecánico: un deslizamiento hacia la derecha o hacia la izquierda, una decisión tomada en menos de 15 segundos y todo basado en cuatro fotos, algunos intereses y, en el mejor de los casos, una breve descripción. La pregunta que surge es: ¿realmente nos hacemos una idea de las personas con las que interactuamos en estos entornos virtuales? ¿O simplemente nos dejamos llevar por impulsos fugaces, por impresiones superficiales que desaparecen tan rápido como el contenido que deslizas en la pantalla de tu móvil? En este mundo de decisiones rápidas, ¿dónde queda la esencia de lo humano?
Este fenómeno no solo está restringido a las aplicaciones de citas. El mismo patrón de consumo instantáneo se ha infiltrado en casi todos los aspectos de nuestras vidas cotidianas por muy surrealista que parezca. La música, por ejemplo, se ha convertido en un producto que se consume a través de plataformas como Spotify, donde saltamos de una canción a otra, escuchando solo unos segundos antes de decidir si nos interesa. Ya no importa si la melodía pertenece a un artista famoso o a una banda emergente; lo esencial es el diseño de la canción, y ya ni hablemos de cosas más amplias como los conceptos en los discos... El consumidor moderno no tiene tiempo para esperar; quiere lo que es popular, escuchar inmediatamente su música favorita, la canción que se ha viralizado en TikTok, lo que aparece primero en su pantalla. De alguna forma, la música, como las relaciones personales, se ha convertido en una experiencia fragmentada, que se elige, se consume o se gusta en píldoras de momentos fugaces.
Y no podemos olvidar cómo está rapidez también ha afectado al consumo social. Los bares, restaurantes y cafés ya no son simplemente lugares para disfrutar de una comida o una bebida, con buena calidad o buen precio. Hoy en día, son escenarios donde el acto de comer y beber se convierte en una extensión de nuestra identidad digital. Se toman fotos de los platos, se publican en Instagram y se generan interacciones con nuestros seguidores. Comer se ha convertido en un acto socializado en redes y digitalizado, donde la experiencia no se valora solo por el servicio o la calidad del precio, sino que no está completa sin la validación de la imagen perfecta que se sube a nuestras redes.
Lo mismo ocurre con las relaciones sociales, que cada vez más se desarrollan a través de perfiles en redes sociales. En este espacio, las personas no solo construyen su identidad, sino que la proyectan de manera estratégica al mundo. Las imágenes seleccionadas cuidadosamente, las publicaciones pensadas para generar aprobación, todo forma parte de un juego en el que la percepción se convierte en la moneda más valiosa. Hoy en día, muchas personas te conocen por primera vez a través de tu perfil de Instagram, por tus fotos y tus historias, y a partir de ahí ya forman una opinión sobre ti. Incluso hay quienes nunca llegarás a conocer personalmente, pero su presencia en las redes te lleva a crear una idea definida de quiénes son, basándote solo en lo que comparten.
Es en este escenario digital donde la política, esa esfera que alguna vez estuvo reservada a los grandes discursos, a los debates en el Parlamento, a las largas campañas electorales, también se ve arrastrada por la velocidad y la superficialidad. La política en la era del "scroll" (desplazamiento rápido) es una política de imagen, de percepción, de emociones rápidas que no dejan espacio para una reflexión muy profunda. Y este cambio no ha sido casual ni superficial. Es una transformación que responde a la manera en que las personas, especialmente los jóvenes, consumimos y nos relacionamos con la información.
Si antes los partidos políticos y los líderes buscaban movilizar a sus electores a través de mensajes bien elaborados en los medios de comunicación tradicionales, ahora deben luchar por captar la atención en plataformas como TikTok, que no solo han redefinido la forma en que consumimos contenidos, sino la forma en que interactuamos con el mundo. Y lo que es aún más interesante, las redes sociales y las aplicaciones digitales han convertido la política en un espectáculo donde el "like", el "compartir" y el "seguir" son las nuevas formas de validación.
Uno de los ejemplos más claros de cómo la política tradicional ha abrazado esta era de consumo digital, muy distanciada de los formatos tradicionales, es la estrategia utilizada por el equipo de Pedro Sánchez en 2023 al participar en La Pija y la Quinqui, un popular podcast dirigido a un público claramente identificado: jóvenes, mayormente mujeres y personas del colectivo LGTBI. Cuando hace dos años vi que se anunciaba su participación, me sorprendió enormemente, ya que algo así no era para nada común en la política española. De hecho, los creadores del podcast subieron contenido en sus redes preguntándose, de forma irónica: “¿En qué momento va a venir el presidente del Gobierno a nuestro programa?”.
Pedro Sanchez en “La Pija y la Quinqui”
Sin embargo, pronto comprendí que se trataba de una jugada muy acertada, en línea con la estrategia del PSOE en la campaña del 23 J. Aunque muchos, sobre todo aquellos más cercanos a la política tradicional y de mayor edad, lo consideraron una tontería disparatada, la decisión tenía un propósito claro. En este espacio, Sánchez no solo buscaba hacer declaraciones políticas formales, sino que se adentraba en lo que podríamos llamar “política emocional”. Lejos de los debates rígidos y solemnes de las instituciones, el presidente optó por mostrarse más cercano, relajado y humanizado mientras disfrutaba de un vino blanco con los entrevistadores. Este giro no era solo una necesidad de “modernizar” su imagen, sino una estrategia calculada para conectar con un público que, en muchos casos, no está tan interesado en la política tradicional.
Víctor Camino (Secretario General Juventudes Socialistas) en “Desmontando el Show” (Tik Tok)
Sánchez se dirigió directamente a un electorado joven, desencantado con los viejos partidos, pero también apático hacia el sistema político convencional. De alguna manera, la participación del presidente en un podcast que se mueve en la esfera del entretenimiento y la cultura pop, intentaba captar la atención de aquellos que se encuentran fuera del radar político. En lugar de hablar de políticas económicas o de Estado, Sánchez optó por un terreno más informal, cercano y accesible. Esta aproximación a los jóvenes, que buscan conexiones emocionales más que políticas, buscaba crear una imagen de líder accesible y moderno.
Esta estrategia no buscaba movilizar a los electores convencionales, sino que tenía como objetivo ampliar el espectro del PSOE, abriendo las puertas a un sector del electorado que se encontraba en un limbo político: aquellos jóvenes progresistas que no se sienten identificados con los partidos tradicionales, pero que tampoco encuentran su lugar en el espectro político emergente. Sánchez, al igual que en una app de citas, intentó crear una conexión instantánea y emocional con este electorado, apelando a sus emociones y percepciones más que a sus argumentos racionales. A través de su intervención en La Pija y la Quinqui, Sánchez logró consolidar su imagen entre los jóvenes y, al mismo tiempo, robó votos progresistas a aquellos que podrían haber apoyado a Sumar. Esta fidelización no se basaba en un sólido argumento político, sino en la capacidad de Sánchez para presentarse como uno más que resonara y estuviera en línea con su audiencia.
Un ejemplo claro de esto fue cuando habló de sus gustos musicales, mencionando que le gustaban artistas como Taylor Swift o Lana del Rey, ambas muy populares entre el target de este programa. Como mencionamos anteriormente en el artículo sobre Óscar Puente, lo potente que resulta para un ciudadano sentir que un político, alguien que está en una posición de poder, comparte los mismos gustos que tú. La idea de que su artista favorito sea el mismo que el tuyo crea una sensación de cercanía, de identificación. Y ese tipo de conexión emocional es la que, en este contexto, Sánchez supo aprovechar para acercarse a un público que de otra forma hubiera sido difícil de movilizar.
Vídeo del PSOE en la red social Tiktok
Este cambio de enfoque general no es algo nuevo, sino que refleja una tendencia histórica en la política. La política siempre ha dependido de la construcción de realidades percibidas. En un mundo pre-digital, las elecciones y las campañas también estaban basadas en la capacidad de los políticos para presentar su imagen de manera atractiva, para construir un relato que conectara con las emociones del electorado. Sin embargo, lo que ha cambiado en la era digital es la velocidad y la forma en que esas realidades se construyen y se difunden. Hoy en día, una persona puede formar una opinión sobre un político, una ideología o una propuesta, basándose únicamente en un tuit de 280 caracteres o un video de 30 segundos en Tik Tok. Las campañas electorales ya no se centran únicamente en una imagen de candidato, carteles, debates tradicionales o cobertura mediática convencional. Ahora, lo fundamental es cómo los políticos logran conectar con sus audiencias a través de canales rápidos, visuales y emocionalmente impactantes.
La política siempre ha estado basada en realidades percibidas, no en realidades objetivas. Desde sus inicios, los políticos han trabajado para construir narrativas que den forma a cómo se les ve y a su acción, utilizando diferentes medios para moldear la percepción pública. Sin embargo, lo que antes era un proceso más gradual y controlado, ha tomado una nueva dimensión con la era digital y del scroll. Hoy en día, la velocidad de consumo de información, impulsada por las redes sociales principalmente, ha potenciado este fenómeno de manera exponencial. Los políticos ya no solo intentan moldear la percepción, sino que deben hacerlo constantemente, en tiempo real, ante un público que consume contenido a un ritmo continuo. En este sentido, la campaña electoral nunca termina, ya que las campañas se han vuelto permanentes. En lugar de comenzar un mes antes de una elecciones, la campaña comienza el día después de las elecciones, y no cesa, ya que los políticos deben mantenerse presentes y relevantes en el ciclo continuo de comunicación.
Este cambio no significa que la política se haya alejado de sus raíces; al contrario, lo que ha hecho la era digital es amplificar las herramientas que ya existían. Si antes la construcción de la realidad era un proceso más lento, ahora, en la era del scroll, las realidades se construyen en fracciones de segundo. Cada publicación, cada tuit, cada historia en Instagram o cada tiktok es una oportunidad para los políticos de seguir tejiendo esa narrativa. Lo que antes podía esperar hasta el siguiente ciclo electoral, hoy se convierte en una campaña continua, sin descanso, donde la imagen y la percepción se deben cuidar y ajustar a cada momento. La política se ha transformado en un campo de batalla constante por la atención y la validación, donde los políticos deben actuar de manera constante, adaptándose a las demandas de una audiencia que exige inmediatez y conexión.
La pregunta ahora es si la política seguirá siendo una cuestión de análisis y deliberación colectiva o si el “scroll” ha llegado para quedarse como el principal motor de nuestras decisiones políticas. En una era donde la imagen y la emoción se han convertido en los elementos más poderosos de la política, ¿podremos encontrar un equilibrio entre la inmediatez de la percepción y la profundidad del contenido?
Gran reflexión sobre la vida misma. Ahora todo es momentáneo y rápido, si no me atrapa lo paso, da igual si la información es buena. Sin duda, hoy más que nunca los expertos en comunicación tenemos trabajo.