¿Y si votamos a un rinoceronte?
Imagina que tu ciudad está al borde del colapso y, de repente, un rinoceronte se presenta a las elecciones. ¿Lo votarías?
A veces, lo más serio se expresa a través de lo absurdo.
En 1959, São Paulo vivía una situación caótica. La ciudad, una de las más grandes de Latinoamérica, estaba sumida en un abismo de corrupción, inseguridad y desigualdad. Las calles, repletas de basura y agujeros, se cruzaban con obras públicas inconclusas que solo reflejaban la negligencia de las autoridades. El hambre, la pobreza y la desesperación se veían a diario en los barrios más humildes, mientras los políticos, ajenos a la realidad de la gente, se dedicaban a luchar por el poder.
Fue en este contexto que, en 1959, los votantes de São Paulo acudieron a las urnas para elegir a su nuevo concejo municipal. El sistema electoral de la ciudad permitía que los ciudadanos escribieran el nombre de un candidato en la papeleta. Algo aparentemente normal, pero nadie imaginó que más de 100.000 personas —en una ciudad de unos tres millones de habitantes— utilizarían esa opción para votar a… Un rinoceronte.
Sí, un rinoceronte de verdad, no nos estamos quedando contigo.
Se llamaba Cacareco, tenía cinco años y vivía en el zoológico local. Era gris, robusta y tranquila. No tenía propuestas, no era de izquierdas ni de derechas, y mucho menos prometía soluciones milagrosas. Pero tampoco era conocida por escándalos ni por las promesas vacías que caracterizaban a todos los políticos paulistas de la época. La idea de postular como candidato a un rinoceronte surgió como una sátira lanzada por periodistas, pero rápidamente fue amplificada por estudiantes universitarios. Cacareco se convirtió en una protesta, un grito de hartazgo frente a una clase política desbordada de desprestigio, corrupción y mentiras.
Octavilla de la época sobre Cacareco
El rinoceronte sin voz ni ideología terminó siendo la estrella de esas elecciones. Con un número de votos que superó al de muchos políticos experimentados —aquellos que se suponía representaban al pueblo— Cacareco logró lo que muchos no imaginaron, ganar las elecciones. Claro, sus votos fueron anulados, y no pudo gobernar, pero su elección dejó al descubierto una realidad mucho más profunda que cualquier simple broma. El voto de protesta había hablado más fuerte que cualquier candidato perteneciente a la clase política, logrando 10 veces más votos que el segundo candidato.
Diario de la época describiendo el suceso
La prensa internacional, asombrada por lo surrealista de la situación, recogió la historia como el reflejo de una sociedad que se reía para no llorar. Una revista norteamericana, con ironía, resumió el momento diciendo: “mejor elegir a un rinoceronte que a un asno”, comparando así la inutilidad de los políticos de São Paulo con la figura de un asno. Desde entonces, en Brasil, nació la expresión “voto Cacareco”, un término que se convirtió en sinónimo de los votos de protesta: esos que no eligen a un candidato, pero transmiten algo mucho más profundo y poderoso: la rabia acumulada de un pueblo que ya no cree en las promesas vacías de los políticos.
Y es que, como sentenció un editorial de un periódico europeo de la época:"Este voto no es ridículo. Ridículo es el sistema que lo permite."
Décadas después, Brasil repitió la historia. Era 1988, primeras elecciones municipales tras la dictadura apareció Tião: un mono malhumorado del zoológico de Río, famoso por lanzar excrementos a los visitantes. Una revista de sátira propuso su candidatura con este lema:
“Todo por la evolución”
Lo que empezó como una broma se volvió símbolo. Más de 400.000 personas escribieron su nombre en las papeletas, aunque no se contabilizaron, según las estimaciones habría quedado tercero.
Portada de la revista satírica “Casseta Popular”
Pero lo importante no es el animal, es lo que simboliza. Cacareco y Tião no fueron simples bromas del electorado. Fueron la encarnación de un grito profundo: la rabia de una ciudadanía brasileña que, harta de promesas rotas y discursos huecos, eligió el absurdo como candidato para denunciar una realidad aún más absurda. Votar por un rinoceronte o por un mono no es solo reírse del sistema: es enfrentarse a él desde la desesperanza. Es decir “basta” sin dejar de participar. Es utilizar el voto no para construir, sino para golpear y burlarte simbólicamente de quienes han traicionado la representación.
Lo realmente peligroso en esto no es solo el acto de votar por un animal. Es el riesgo implícito en una democracia que ya no es capaz de inspirar confianza. Cuando los políticos, los encargados de solucionar los problemas de la gente, son vistos como la parte principal del problema, la política deja de ser el vehículo para la solución y se convierte en el centro de la frustración colectiva. La democracia se tambalea cuando la gente deja de ver en los políticos una vía para el cambio y comienza a verlos como el obstáculo, como una extensión maligna del mismo sistema que perpetúa los males que deberían corregir.
Cuando una sociedad ya no cree en la capacidad de los políticos para resolver sus problemas, se burla. Y cuando la burla no basta, reemplaza al político por un animal. No porque crea que lo hará mejor, sino porque, al menos, no finge. No promete. No miente. Cacareco y Tião no eran soluciones. Pero, en una democracia herida, estos dos animales eran los únicos que no tenían las manos manchadas.
Y ahí está el verdadero problema. El peligro no es que la gente vote por un animal. El peligro es que, ante el descrédito total, esa opción parezca la más honesta. Y que, en lugar de ver la política como una herramienta de transformación, las personas lleguen a verla como una burla institucionalizada. Ese es el síntoma final de una democracia al borde del colapso: cuando los políticos son considerados el problema, no la solución. Y cuando la sátira deja de ser un chiste… y se convierte en una opción política.
Aquí en España yo propondría a un lince, símbolo emblemático de la fauna ibérica, y sinónimo de astucia.
🤣🤣🤣