Las curiosidades mejor guardadas de la política andaluza
La política andaluza guarda historias sorprendentes: un municipio comunista, un partido andaluz en Cataluña o un movimiento independentista. Te lo contamos todo hoy.
Imagen creada por El Patio Político
La política está llena de momentos memorables y curiosidades, y la andaluza no es una excepción. ¿Un municipio comunista en Andalucía? ¿Un partido andaluz en Cataluña? ¿Un movimiento independentista andaluz? Sí, todo esto es real y hoy te lo contamos
¿Un partido andaluz en Cataluña?
Cuando se habla de partidos políticos que luchan por los intereses de su comunidad autónoma, muchos pensamos en Esquerra Republicana, Junts o el PNV, pero pocos conocen la historia del Partido Andalucista (PA), una formación que, aunque desapareció en 2015, fue durante décadas una de las principales referencias del andalucismo político.
El PA, conocido inicialmente como Partido Socialista de Andalucía, fue durante años el partido que abogó por una mayor autonomía para Andalucía. Aunque nunca logró una gran representación en la Junta de Andalucía, dejó una huella significativa en la política regional, especialmente en el ámbito local. Alcanzó importantes alcaldías en ciudades como Sevilla, Jerez o Algeciras, y tuvo más de un centenar de concejales en sus mejores momentos. Incluso facilitó gobiernos en la Junta, lo que le dio un peso considerable en el panorama político andaluz.
Sin embargo, uno de los episodios más curiosos y anecdóticos de su historia ocurrió en las elecciones autonómicas catalanas de 1980. El PA, en un gesto que sorprendió a muchos, decidió presentar su candidatura fuera de Andalucía. El motivo: la presencia de andaluces en Cataluña, quienes, según el partido, necesitaban una voz en la política catalana. El resultado fue inesperado. En esas elecciones, el Partido Andalucista consiguió dos escaños en el Parlament de Cataluña, un hecho que quedó para la historia y que, sin duda, marcó un hito en la historia del andalucismo. ¿Un partido andaluz obteniendo representación en Cataluña? Así fue, y este curioso episodio pone de manifiesto la fuerza de la identidad andaluza más allá de sus fronteras, en un contexto político muy diferente al de su tierra natal.
Cartel electoral y papeleta del PA para las elecciones catalanas de 1980
El PA también tuvo presencia en el Congreso de los Diputados en las elecciones de 1979 y 1989, alcanzando representación nacional. A pesar de que el Partido Andalucista desapareció en 2015, el legado del andalucismo sigue vivo en la política actual. Movimientos como Adelante Andalucía, la formación más destacada en términos de representación política (2 escaños en el Parlamento andaluz) y abiertamente andalucista y soberanista andaluza, han continuado defendiendo la autonomía y la identidad de Andalucía en el contexto actual. Además, existen otros partidos con menos influencia que abrazan más un nacionalismo andaluz que el andalucismo, como Andalucía por Sí, la CUT, Nación Andaluza o Convergencia Andaluza.
Aunque estos movimientos no comparten todos los mismos matices del andalucismo, reivindican el protagonismo y carácter de Andalucía dentro de España.
¿Una bandera independentista andaluza?
Andalucía también tiene su propia bandera independentista: la Arbonaida. A simple vista, es la misma de siempre, verde y blanca, pero con un detalle que lo cambia todo: una estrella roja de cinco puntas en el centro. Para algunos, es un estandarte de la lucha por la soberanía andaluza; para otros, un símbolo de resistencia y justicia social.
No es oficial, pero eso no ha impedido que se haga un hueco en las calles. Se ve en manifestaciones, ondeada por sindicatos y movimientos de izquierda, y en estadios, alzada por ultras como los Biris Nortes del Sevilla F.C o las Brigadas Amarillas del Cádiz. Con o sin pretensiones nacionalistas, la Arbonaida ha trascendido lo político y lo futbolístico para convertirse en un emblema de quienes quieren una Andalucía con más voz propia.
Ultras cantando el himno de Andalucía no oficial con la Arbonaida.
Más que una bandera, es una declaración. Se cuelga en balcones, aparece en murales y se estampa en camisetas como un grito de identidad. Para quienes la izan, no es solo un símbolo: es una forma de decir que Andalucía no está dormida, que sigue reclamando su sitio, su historia y su futuro.
Algo similar ocurre con el himno, aunque la última estrofa de la versión oficial dice “sea por Andalucía libre, España y la humanidad” algunos sectores de la sociedad, mayoritariamente de izquierda, sustituyen “España” por “los pueblos”. Una clara muestra de que Andalucía, según su idea, puede existir de forma independiente a España.
No es un villano, es un héroe
¿Qué niño andaluz no creció viendo Bandolero en Canal Sur? La serie de animación Bandolero no es solo un relato de aventuras ambientado en la Andalucía del siglo XIX, sino una metáfora vibrante sobre la lucha de clases, la resistencia popular y la eterna confrontación entre el pueblo y el poder. Estrenada el 28 de febrero de 2002, narra la historia de un forajido justiciero, un Robin Hood andaluz que desafía la corrupción de la aristocracia y la ineptitud de las autoridades. A través de sus hazañas, la serie rescata el espíritu de un pueblo históricamente sometido, que ha encontrado en la rebelión una forma de identidad. En el trasfondo resuena la misma narrativa que ha marcado la historia política de Andalucía: la tensión entre una élite privilegiada y unas clases populares que, a falta de justicia institucional, han creado sus propios héroes.
Pero Bandolero va más allá de la nostalgia romántica del bandolerismo. Su mensaje es profundamente político: no solo critica la autoridad establecida, sino que también eleva la justicia popular como respuesta legítima a la opresión. La imagen del bandolero rebelde, que actúa al margen de la ley pero con el respaldo de la gente, recuerda a los grandes movimientos sociales andaluces, desde las revueltas jornaleras hasta la lucha por la autonomía. La serie exalta la identidad andaluza en todos sus aspectos: los paisajes, el acento, el folclore y las tradiciones, en una clara reivindicación de la cultura y la historia de la región, una idea que el andalucismo político ha defendido desde Blas Infante hasta la actualidad. Para muchos niños andaluces, crecer con Bandolero significó recibir un mensaje distinto al de las producciones animadas tradicionales, una historia donde sus raíces y su identidad eran protagonistas.
Otro de los aspectos más destacados de la serie es la representación femenina a través de Rosita, una bandolera con un papel activo y determinante en la historia. A diferencia de los clásicos personajes femeninos relegados a ser la novia o la amiga del héroe, Rosita lucha codo a codo con los demás bandoleros, demostrando valentía e independencia. Su figura rompe con el estereotipo de la damisela en apuros y ofrece un referente para muchas niñas andaluzas, que encontraban en ella un modelo de mujer fuerte y decidida. Mientras otras series de la época presentaban personajes femeninos pasivos, Bandolero apostó por una protagonista que no solo formaba parte de la acción, sino que también desafiaba las normas impuestas, reflejando la imagen de una mujer andaluza combativa y libre.
Un pequeño fragmento de la serie Bandolero editado por “Tragabuchetwits”
Sin duda el elemento más llamativo de Bandolero es el uso del acento andaluz, un rasgo que no solo aporta autenticidad a la serie, sino que también tiene una fuerte carga política y cultural. En un país donde los acentos regionales han sido históricamente objeto de estereotipos y discriminación, especialmente en los medios de comunicación, el hecho de que los personajes hablen con un marcado andaluz es una declaración de orgullo identitario. Durante décadas, la política y la televisión han relegado este acento a papeles cómicos o marginales —la limpiadora, el tonto del grupo, el drogadicto—, pero Bandolero rompió con esa dinámica, ofreciendo un relato en el que el andaluz no era objeto de burla, sino símbolo de resistencia.
Entre risa y risa…
El Parlamento Andaluz ha sido escenario de numerosas anécdotas políticas, pero pocas tan surrealistas como la que ocurrió en 1994, durante la votación de los presupuestos de la comunidad. Tras casi ocho horas de debate, los diputados entraron en un bucle de risas incontrolables que obligó a detener la sesión. Se intentó mantener el orden e incluso se sustituyó a la persona encargada de leer los nombres para la votación, pero la risa seguía propagándose. Ni siquiera el presidente del Parlamento pudo contenerse, lo que terminó de contagiar al resto de la Cámara.
Lo que en principio fue una escena espontánea dentro del hemiciclo terminó convirtiéndose en un fenómeno viral mucho antes de la era de las redes sociales. Las imágenes recorrieron España y llegaron incluso a televisiones de Japón y Estados Unidos, sorprendiendo al mundo con un episodio insólito en la política andaluza.
El Parlamento de Andalucía en un ataque de risa
La utopía comunista andaluza
En plena Andalucía, rodeado de campos de olivos y pueblos donde la política sigue su curso habitual, hay un lugar que rompe con todas las reglas. Marinaleda, una pequeña localidad sevillana de apenas 2.500 habitantes, lleva más de cuarenta años funcionando bajo un modelo comunista único en España. Aquí, la vivienda casi no cuesta dinero, el paro es prácticamente inexistente y las decisiones no se toman en despachos cerrados, sino en asambleas populares a mano alzada. No es casualidad que en el escudo del municipio figure el lema: "Marinaleda, una utopía hacia la paz".
Desde 1979 y hasta 2023, el timón del pueblo estuvo en manos de Juan Manuel Sánchez Gordillo, un histórico líder jornalero que convirtió Marinaleda en un símbolo de resistencia al capitalismo. Su retirada, forzada por problemas de salud, no cambió la esencia del municipio: su sucesor pertenece al mismo partido y el apoyo al modelo sigue siendo mayoritario, aunque ya no alcanza el 90% que rozó en algunas elecciones.
Pero lo verdaderamente extraordinario de Marinaleda no es su política, sino su forma de vida. Aquí, la vivienda no es un lujo inalcanzable: los vecinos construyen sus propias casas con ayuda del ayuntamiento y pagan un alquiler simbólico de entre 15 y 20 euros al mes. El trabajo no es un problema porque la economía gira en torno a una cooperativa agrícola, nacida tras la ocupación de tierras pertenecientes a una casa ducal, logrando que prácticamente todo el pueblo tenga empleo. Y los servicios públicos funcionan de una manera impensable en cualquier otra parte de España: no hay barrenderos, porque son los propios vecinos quienes se organizan para mantener limpio el municipio.
Algunas imágenes de Marinaleda.
Los símbolos hablan por sí solos. En el despacho del alcalde no hay bandera española ni retrato del rey, sino una bandera republicana y un busto del Che Guevara. Y no es solo un detalle de oficina: el polideportivo del pueblo también lleva el nombre del revolucionario argentino, reflejando la identidad política de la localidad. Marinaleda no sólo proclama su ideología, sino que la vive en cada rincón.
Pero no todo es una utopía. Para sus detractores, el modelo de Marinaleda es más una burbuja que un referente, un experimento anacrónico que sobrevive en parte gracias a subvenciones públicas. También hay críticas sobre la falta de pluralismo: en este pueblo es difícil encontrar votantes del PSOE o del PP, y prácticamente impensable de VOX. Sin embargo, pese a las controversias, Marinaleda sigue siendo un caso único en España, lo que ha despertado la curiosidad de medios internacionales como The Guardian y BBC, que han puesto el foco en este bastión del comunismo andaluz.
¿Regionalismos dentro de Andalucía?
Andalucía, además de contar con un sector nacionalista y andalucista que aboga por una autonomía más amplia o incluso la independencia, también ha sido escenario de tensiones regionalistas. En particular, en ciertas ciudades de la comunidad, aunque estas posturas son ya minoritarias, algunos sectores políticos defienden la idea de que no forman parte de una Andalucía unificada, o incluso no se consideran andaluces. Este sentimiento ha sido especialmente visible en Granada, donde las tensiones regionalistas tienen raíces históricas profundas.
Un ejemplo claro de esto se encuentra en la votación para la creación de la autonomía andaluza en 1980, cuando en Granada, al igual que en otras ciudades, la aprobación no fue unánime. Mientras que en otras provincias andaluzas se superó el umbral necesario para declarar la autonomía, Granada mostró una considerable división de opiniones. En el caso de Almería, por ejemplo, ni siquiera se alcanzó el 50% de apoyo a la autonomía. Este rechazo no fue un fenómeno aislado, sino que refleja una actitud más generalizada de desconfianza hacia una Andalucía unificada desde Sevilla.
El regionalismo en Granada, en muchos casos, ha estado vinculado a la idea de una diferenciación histórica entre lo que se percibe como "dos Andalucías". Para algunos granadinos, la autonomía andaluza ha sido vista como un proceso impuesto desde el poder central de Sevilla, sin tener en cuenta las particularidades históricas, culturales y económicas de las provincias orientales de Andalucía. En este contexto, la identidad de Granada se siente, a menudo, más conectada con su propio pasado y legado, que con el de una región globalmente homogénea bajo el control de la capital andaluza.
División de Andalucía según este sector de la población.
Este regionalismo se ha mantenido vivo, aunque de forma minoritaria, a través de diversas corrientes políticas que defienden una mayor autonomía para la provincia, e incluso la idea de un “Reino de Granada” con más independencia de lo que la autonomía actual les permite. Las tensiones han sido también alimentadas por movimientos que consideran que la centralización sevillana ha subyugado las particularidades locales de Granada, y que el proceso de autonomía fue más un proyecto político que una reflexión sobre la identidad real de sus territorios.
Si bien hoy en día el regionalismo granadino no tiene una fuerza mayoritaria, sigue siendo una corriente que refleja las tensiones subyacentes dentro de la comunidad autónoma. La identidad local sigue siendo un tema candente, y para muchos granadinos, esta identidad está irremediablemente ligada a la historia del antiguo Reino de Granada y a la lucha por una mayor autonomía. Aunque el apoyo a esta postura ha disminuido con el tiempo, aún persiste una parte significativa de la población que defiende la idea de una Granada más independiente, con un gobierno que responda más directamente a sus necesidades y particularidades.
Como bien dice un dicho granadino, 'todo es posible en Granada', pues después de escribir este artículo, nos queda claro que todo es posible en Andalucía, ¡y más en la política andaluza! ¿De todas estas anécdotas y comentarios, cuál es el que más te ha impresionado? Ponlo en los comentarios. Y por cierto, ¡feliz Día de Andalucía a todos nuestros lectores andaluces!