El Jazz: un arma contra los nazis
La música es política. La música hace política. Y con los músicos se ha hecho mucha política a lo largo del tiempo. Hoy, me he asomado al Patio Político y estaba sonando Jazz. Jazz contra nazis.
Imagen elaborada por El Patio Político
Era junio de 1940 y las tropas nazis de Alemania invadían y ocupaban París. No hubo bombardeos, no hubo disparos, solo silencio y el sonoro paso de los soldados por las calles de la capital gala. Nadie opuso resistencia, era el signo de los tiempos. Salvo un músico.
Una de las primeras medidas tras la ocupación alemana fue, curiosamente, la prohibición de que sonara la marsellesa. Quizás no es tan curioso si tenemos en cuenta alguno de los antecedentes. Ya Napoleón y Napoleón III la habían prohibido. Cuando la Revolución se quería volver contra ellos, su símbolo más sonoro era molesto al emperador. El hoy himno francés, había nacido como impulso militar contra Austria, se había convertido en adalid revolucionario y se había prohibido tan rápido como se había extendido.
Adolf Hitler en París con la Torre Eiffel
Los nazis lo tenían claro. Había que silenciarlo como fuera.
“La Marsellesa” había supuesto desde sus inicios un grito de libertad del pueblo y para el pueblo, tanto hacia dentro, para liberarse de sus tiranos, como hacia fuera, para luchar contra los invasores, y todos sabían de su poder simbólico e intentaban acallarla.
Es curioso como los autoritarismos suelen repetir patrones y nosotros seguimos sin conseguir frenarlos, ¿eh, Donald…?
Volviendo a Francia… una de esas noches cálidas de verano, Reindhart estaba tocando en el “Moulin” su canción “Nuages” y entró por la puerta del local el general alemán Dietrich Schulz-Köhn, más conocido como Doktor Jazz. Reinhardt ya era conocido por aquella época y se cuenta que este general lo apadrinó para que pudiera seguir tocando su música por París. Le llamaba el gitano de los dedos de oro. Lo que nunca supo Doktor Jazz es que Nuages se había convertido en el himno no oficial de la liberación de Francia.
Pero, ¿por qué esa canción y no otra? Pues porque empieza con una especie de marcha militar y de repente rompe en liberación, rompe en jazz y parece que entra en contradicción contra todo lo demás que se había tocado hasta ese momento. Sabiéndolo, Django Reindhart la tocaba cada noche que actuaba como símbolo de rebeldía contra el nazismo y para insuflar ánimo a los franceses.
Nuages de Django Reinhardt
La historia de Reinhardt podría haber sido diferente si hubiera conseguido huir de Francia en una de las múltiples veces que lo intentó, en todas fue capturado o interceptado, y hubiera ido directamente a un campo de concentración o a una cámaras de gas como otros cientos de miles de gitanos, pero se salvó gracias a la protección del Doktor Jazz.
Además de su protección, Reinhardt utilizó su capacidad para mezclar estilos de música y su virtuosismo para engañar a los nazis cuando tocaba, habían prohibido el jazz y la música negra en la Francia ocupada pero lo suyo parecía algo nuevo y diferente, quizás porque lo era. Continuó tocando cada noche y su música se convirtió en un faro de esperanza y un símbolo de la resistencia francesa contra la opresión nazi.
Pero Django Reindhart es un eslabón más en la cadena de libertad que supone el Jazz en la historia política y cultural. Porque todos hemos escuchado hablar de Disney como un difusor de la propaganda estadounidense, pero en 1956, el Departamento de Estado desarrolló el programa Jazz Ambassadors, convirtiendo la música en una poderosa herramienta de diplomacia cultural.
En el contexto de la Guerra Fría, siendo además en EE.UU. aún legal la segregación racial, la propaganda soviética difundía las tensiones internas y la discriminación existente en Norteamérica para debilitarla, Rosa Parks había puesto cara a una revolución por los derechos civiles y un año después, Eisenhower decidió lanzar por el mundo a ilustres como Louis Armstrong, Duke Ellington, Dave Brubeck o Benny Goodman. El objetivo estaba claro: contrarrestar la propaganda de la URSS y proyectar una imagen de armonía e igualdad en Estados Unidos.
Llegada de Louis Armstrong a Suiza y Ghana.
Y la gran pregunta que nos acecha es: ¿funcionó?
Pues depende. Si medimos el éxito en el impacto que dejó en la cultura americana, hoy hay millones de personas aficionadas al Jazz por el mundo, una tendencia que empezó en esos días y que consiguió abrir las puertas de Estados Unidos de una forma más amable.
Que artistas mundiales como Armstrong (a pesar de que se opuso a participar al principio por las contradicciones del Gobierno y las tensiones raciales) representaran a América era mucho más que un éxito, daba la apariencia de que Estados Unidos era todo amor, libertad e igualdad.
A nivel más práctico, una de las anécdotas más famosas fue la tregua que se declaró en la guerra civil del Congo belga para que todas las facciones de la guerra pudieran ir al concierto que ofreció allí Louis Armstrong.
Por otra parte, tuvo un efecto que no previó la administración Eissenhower y es que las giras y conciertos daban a los músicos una plataforma mayor para apoyar el movimiento por los derechos civiles y para expresarse a nivel internacional, poniendo al Gobierno en apuros internacionales en varias ocasiones.
Aún así, el éxito en el formato está claro, el legado de estas iniciativas se extiende hasta nuestros días, donde la música se sigue utilizando como herramienta de diplomacia cultural prácticamente en todos los países. Ya sea mediante elementos soft o hard. Ya sea con Rosalía llevando por el mundo a España y nuestra cultura o con el K-Pop está colonizando la industria musical de muchísimas regiones. Sirva como anécdota el concierto que dieron músicos surcoreanos en Corea del Norte al que asistió Kim Jon-Un justo antes del encuentro histórico entre los líderes de ambas naciones de 2018.
Quizás el éxito más obvio de todos para los europeos es nuestra querida Eurovisión, que sigue siendo a día de hoy un espectáculo más diplomático que musical.
Hemos dejado para este artículo al Patio en las manos adecuadas!
Me ha gustado mucho. En el número 93, de mayo de 2024, de La revista de ACOP escribí un articulo parecido, por si os interesa: "Acordes diplomáticos: cómo el jazz se convirtió en una herramienta de la política exterior estadounidense" (págs. 40-41)
https://compolitica.com/n93-et-2-especial-elecciones-ue/